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EL ACOSO MORAL EN EL TRABAJO


Vaya frase, existe tal porque existe ese insano comportamiento. Pese a las advertencias de especializados en RRHH, crecen los litigios y abundan sentencias judiciales que castigan severamente a las empresas e incluso solidariamente a sus ejecutores, por estas maniobras. Son acciones que buscan reducir al mínimo logrando vencer las defensas psíquicas del trabajador. Destruir su autoestima provocando su sumisión cuasi absoluta a los “criterios” u “objetivos” de la empresa. Desde las presiones en el ámbito de los telemarketers hasta el eterno hostigamiento a los dependientes bancarios e informáticos -por citar algunos ejemplos- nos encontramos frente a un flagelo imparable que destruye a la víctima y afecta a su entorno. La simple “calificación” periódica crea un ambiente de competencia que atenta con la convivencia primero y luego define el presente y futuro laboral de la víctima. El menoscabo de la persona conforme sus aptitudes, raza y origen, es moneda corriente, aunque nos parezca irreal en estas épocas. Fomenta el descrédito y hasta puede ridiculizar frente a los demás. Aislar al “rebelde cuestionador” en sus funciones, del resto para castigarlo, provoca en mediano plazo, efectos indeseables e irrecuperables sobre la salud psicofísica del afectado, la que se agrava al subir el tono y periodicidad de las ordenes y/o del ninguneo -según convenga - y de las diversas amenazas de apercibimientos con supuestas sanciones.


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